¿Por qué Peñarol y Nacional deberían jugar el Mundial de Clubes? La polémica que nadie quiere escuchar


Dos ausencias que pegan duro en el fútbol uruguayo; ¿Por qué Peñarol y Nacional deberían jugar el Mundial de Clubes? La polémica que nadie quiere escuchar

El Mundial de Clubes, ese certamen que promete coronar al mejor equipo del planeta, a menudo deja un sabor agridulce. Si bien reúne a los campeones continentales, su formato actual, ¿realmente refleja la élite histórica del fútbol mundial? Aquí radica la polémica: ¿cómo es posible que dos gigantes de la talla de Peñarol y Nacional, pilares fundamentales de la historia del fútbol y multicampeones de América y del mundo, no tengan un lugar casi garantizado en esta cita global?

Es hora de poner las cartas sobre la mesa: el criterio de clasificar únicamente al campeón continental actual, aunque lógico desde una perspectiva de "mérito inmediato", ignora el inmenso peso histórico y la relevancia global de clubes que han forjado la identidad misma del fútbol.

Las ausencias de Nacional y de Peñarol en el Mundial de Clubes

Peñarol y Nacional, ambos tricampeones intercontinentales, no son meros participantes efímeros; son instituciones que han grabado su nombre a fuego en los anales del fútbol mundial. Su ausencia le resta una dosis invaluable de tradición.

Si se piensa con honestidad: ¿sería el Mundial de Clubes un evento menos atractivo si incluyera, además de los campeones continentales, a un selecto grupo de "invitados de honor" (como pasó, por ejemplo, con Inter Miami de Luis Suárez y Lionel Messi), basado en su palmarés y su reconocimiento global?

No se trata de quitarle mérito a los que ganan su cupo en la cancha cada año, sino de enriquecer la competencia con la presencia de quienes, por historia, ya tienen un asiento reservado en el Olimpo del fútbol.

La final del mundo no es solo el presente; es el legado, la mística y la épica acumulada a lo largo de décadas.

La inclusión de Peñarol y Nacional no solo aportaría la inconfundible pasión y el folclore del fútbol sudamericano, sino que también generaría encuentros de una trascendencia histórica que el actual formato rara vez permite.

¿No es acaso el Mundial de Clubes una oportunidad para que los grandes nombres del pasado, que aún mueven multitudes y pasiones, vuelvan a medirse con la élite actual?

Despojado de su historia, el fútbol pierde parte de su alma. La polémica está servida: un verdadero Mundial de Clubes debería honrar no solo al campeón de la temporada, sino también a aquellos que, por derecho propio, son parte innegable de la realeza futbolística mundial. Peñarol y Nacional no solo merecen, sino que deberían estar ahí.

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