
Miguel Peirano (64 años) marcó uno de los goles más recordados de un futbolista con la camiseta de la selección uruguaya. El 23 de agosto de 1983, Uruguay le ganó 1-0 a Brasil la final del Panamericano de Caracas con un golazo del centrodelantero que intentó pegarle al segundo palo y le salió al primero y al ángulo.
Integró el plantel de Peñarol que ganó la Copa Libertadores, la Copa Intercontinental y el Campeonato Uruguayo de 1982. Compartió con sus ídolos Ladislao Mazurkiewicz y Fernando Morena, quien le enseñaba dónde colocarse para hacer goles.
Recuerda dos amargas expulsiones, una en un clásico por hacerle un gesto al línea, y otra en Sevilla, el día que debutó, por una fuerte entrada contra el golero Thomas N'Kono.
Actualmente es entrenador en el Carrasco Lawn Tennis, su lugar en el mundo desde hace 16 años.
El precio de querer ser como Mazurkiewicz
Frente a la playa Capurro, en la cancha del Juventud Maturana, dio Miguel Peirano sus primeros pasos como futbolista a la edad de 8 años. En esa época quería ser golero, como su ídolo, Ladislao Mazurkiewicz.
Su padre, que era el presidente del Juventud Maturana, le compró la indumentaria: pantalón negro, buzo negro y guantes, como Chiquito Mazurkiewicz solía vestirse. "Pero resulta que me hacían de a cuatro, cinco y seis goles. Todo mal", recordó Peirano durante la entrevista con Referí.
Rápidamente se arrepintió de jugar en el arco, pero tuvo que esperar para dejar los tres palos: "Mi padre me dijo que tenía que ser golero seis meses más, hasta que terminara de pagar la ropa, que la había comprado en seis cuotas".

Luego siguió de volante y cuando tenía 12 o 13 años, pasó a jugar de delantero, como lo hacía otro de sus ídolos: "Miraba mucho a un fenómeno como Fernando Morena".
La mamá trabajaba en un laboratorio inglés en Capurro y el papá se dedicó a la calefacción de empresas, trabajó en los bancos de la Ciudad Vieja y en el puerto de Montevideo. El mejor álbum que Peirano tiene de su carrera, con recortes desde que su nombre empezó a salir en los diarios, es obra de su única hermana.
Miguel se recibió de mecánico tornero, pero ejerció el oficio solo de manera amateur.

El padre era "hincha rabioso" de Fénix, por lo que habló con dirigentes de ese club para fichar a su hijo. Pero Miguel se enteró a través de los diarios de un llamado de aspirantes en Peñarol. "Yo salía de casa y mi padre me miraba hasta que cruzaba la vía del tren. Cuando ya no me veía, salía corriendo y en Agraciada y Bulevar tomaba el 538 para ir a Las Acacias", recordó.
La escapada con Pinocho Vargas
Se escapaba junto a Ernesto Pinocho Vargas, a quien conocía de la selección del baby fútbol. "Los dos fuimos en el mismo momento a probarnos a Peñarol. Walter Mosquera era el técnico, Pepe Etchegoyen estaba como coordinador y el primer día le dije, 'él juega de 7 y yo juego de 8'. Tuvimos dos o tres prácticas y quedamos los dos".
El tema después era cómo le contaba la novedad al padre.
"Papá, la semana que viene me van a venir a fichar", le dijo.
"Ya sé, ya hablé con la gente de Fénix, no tenés ni que ir a practicar", le respondió.
"En ese entonces mentirle a tus padres era bravo. 'Acá no hay ni Peñarol ni Nacional, vos vas a ir a Fénix', me dijo. Pero vinieron Mosquera y Etchegoyen a casa y pude concretar el fichaje en Peñarol. Empecé con 14 años", señaló.

El primer partido que jugó con la Sexta de Peñarol fue contra Fénix. Miguel hizo cuatro goles. "Imaginate a mi padre en la tribuna viendo a los directivos de Fénix, no sabía dónde meterse".
Luis Cubilla lo ascendió a Primera división con 19 años. En esa época estaba haciendo una pasantía en el puerto como mecánico tornero y el entrenador le dijo: "Tenés que dejar el trabajo, vas firmar un contrato de profesional".
Peirano tuvo que arreglar el primer contrato con el presidente José Pedro Damiani. "Saqué las cuentas de lo que se pagaba de luz, agua, teléfono, y que me quedara algo para mi. Era el año 1978 y creo que eran unos $ 15.000. Damiani me dijo, 'te sirven 30.000'. Llamé a mi padre y me dijo, 'mi imagino que firmaste'".
En el plantel de Peñarol en esa época estaban Fernando Morena, el Indio Olivera, Juan Vicente Morales y Víctor Diogo. Llegó a compartir con Mazurkiewicz, su ídolo de la niñez. "Me acuerdo que si la práctica era a las 9 de la mañana, él a las 8 estaba practicando. Era un fenómeno como profesional".

Recordó Peirano que le contó la anécdota de cuando era niño: "Se mataba de la risa y me dijo, estuvo bien tu padre, le hiciste gastar toda la plata; por lo menos tirate un poco, sudá un poquito la camiseta".
El aprendizaje con Morena y la Libertadores de 1982
En esa época brillaba Fernando Morena como centrodelantero, por lo que Peirano sabía que iba a tener pocas posibilidades de jugar, pero trató de sacarle lo mejor: "Con Fernando aprendías, era una persona que te decía vení, vamos a trabajar. Terminaban los entrenamientos y nos quedábamos hasta altas horas de la noche. Ahora está todo muy medido el entrenamiento, hasta acá y después tenés que descansar. Las definiciones no eran cansadoras. Aprendí mucho con él. No era difícil porque habíamos arreglado que si ganábamos, ganábamos todos igual. Las veces que me tocó jugar con él, me decía, 'si yo voy a un palo, a un costado, vos tratá de estar siempre atrás mio. A vos no te va a marcar nadie, me van a marcar a mi, entonces yo me llevo dos o tres y va a ser gol tuyo'. Así pasó muchas veces, él se movía para un costado y uno podía entrar. Fue impresionante lo que viví con él en apredizaje futbolístico, fue lo mejor que me pudo haber pasado".
Además, había otros jugadores de enorme valor en el plantel aurinegro. Mario Saralegui, Miguel Bossio... "Cuando se fue Ruben Paz dijimos qué macana, podríamos salir campeones de todo, pero vino Jair y fue otro fenómeno que colaboró con ese Peñarol del 82 de forma impresionante. Aparte Jair era un jugador que los partidos más importantes no se los perdía y a veces los menos importantes, entre comillas, me decía 'Miguel preparate que jugás vos' y ahí estaba para jugar".
Peñarol ganó todo en 1982. El técnico Hugo Bagnulo y el preparador físico Jorge Kistenmacher "fueron adelantados", según Peirano. "Kistenmacher fue un adelantado en muchas cosas. En esa Copa Libertadores estuvimos dos semanas concentrados en Los Aromos. Pero hacía venir a las familias para reunirnos. A veces me iba para casa y le decía a algunos muchachos de esa época, me iba amargado, no porque llegaba a mi casa, sino porque no quería irme de Los Aromos".

Para distraerse durante la concentración, "inventamos campos de golf, jugábamos al voleibol con el pie. Salíamos al cine. Todo una organización impresionante. Teníamos la distracción, pero juntos. La verdad que lamentablemente se ha perdido todo eso".
Luego de pasar la primera fase, frente a San Pablo, Gremio y Defensor, los jugadores de Peñarol sintieron que podían ser campeones. "Cuando Fernando hace aquel gol en San Pablo, creo que ahí nos dimos cuenta que estábamos para campeonar, pese a lo que faltaba. La gente fue algo increíble. Ahora también va, pero era diferente. Antes había gente en los taludes, alrededor de la cancha, jugabas con la gente al lado. Entrar con 70.000 personas al Estadio era impresionante".
Peirano recordó al técnico Bagnulo como "un tipo muy de grupo, muy familiero, una persona que se preocupaba como estabas. Era muy sicólogo si vos venías un poco pasado o con complicaciones familiares. Junto a Kistenmacher hicieron una dupla impresionante, íbamos contentos. Aparte teníamos secuencias de salir con nuestras esposas o novias; alquilábamos la antigua Pasiva, que estaba frente a la Universidad, en 18 y Eduardo Acevedo, para ir con nuestras parejas y compartíamos comidas entre todos. En ese año 82, Peñarol fue muy familiero y todos estábamos pendientes del otro. Entrábamos a la cancha y parecía que vos corrías por un familiar. Sumó mucho para el grupo".

La final de la Copa Intercontinental en Tokio, contra Aston Villa, "fue algo increíble". Tras ganar 2-0 con goles de Jair y Walkir Silva, "me acuerdo que (el periodista) Atilio Garrido salió por el hotel diciendo que Defensor había perdido en Uruguay contra Huracán Buceo. Eso significaba que si nosotros empatábamos el partido que nos quedaba al regresar a Montevideo, eramos campeones. Ahí nos pusimos mucho mejor para completar esa triple corona".
Al año siguiente Peñarol perdió la final de la Copa Libertadores contra Gremio y el plantel "empezó a abrirse". En 1984 Peñarol fue a jugar un cuadrangular amistoso en España y Peirano jugó en lugar de Morena, que ya se había ido a Boca Juniors. "Me fue bien, el Sevilla averiguó y fui a préstamo. Estuve una temporada y media. Fue lindo, aunque era un fútbol durísimo, fue linda la experiencia".
La patada y roja contra N'Kono en el debut en Sevilla
Aunque del debut no le quedó un buen recuerdo. Resultó expulsado contra el Espanyol, tras cometerle una dura infracción al arquero camerunés Thomas N'Kono: "Era un golero bastante duro, como el alemán Schumacher. Miraban el jugador primero y después la pelota. Fue una pelota dividida que me anticipé, puse una plancha fea y me expulsaron; me tuve que comer un par de partidos. Venía bien, la gente todo bárbaro, pero después que me expulsaron cambió el ánimo y nunca pensé que los silbidos te hicieran caer, porque te chiflaban y te pegaba en la nuca".

La anterior expulsión de su carrera había sido cuando jugaba en Peñarol, en un clásico contra Nacional. "Las dos fueron muy amartas. En un clásico le hice un gesto a un línea después de haberme anulado un gol, como que me estaba metiendo la mano en el bolsillo. El árbitro era el Chino Da Rosa, vino y me dijo, 'Miguel, te tengo que expulsar porque le dijiste ladón'. Cómo que le dije ladrón si estamos a 40 metros. 'Pero le hiciste el gesto'. Justo íbamos ganando, y empatamos, imaginate la gente. Y tus compañeros, lo peor es que te digan 'está bien Miguel igual'. Y la mirada de Bagnulo, como diciendo, salí de adelante".
El gol con Uruguay en la final del Panamericano
Peirano quedó marcado con el gol que le hizo a Brasil en la final del Panamericano, el único título que le faltaba a la celeste hasta ese momento.
"Desde que hice el gol hasta la fecha, entre el 22 y el 24 de agosto de cada año, me llaman todos los periodistas. Enfatizo mucho esa selección hecha de la nada y también como uno por la selección hace lo que mas puede. Había un conflicto en la AUF, dejaban citar a un solo jugador de Peñarol y uno solo de Nacional, en este caso fui yo y fue Murmullo Perdomo. Pudimos ir dos semanas, pero en esas dos semanas, como yo estaba jugando el campeonato uruguayo con Peñarol, tuve una pequeña lesión que me impidió jugar hasta la semifinal", contó.
No tiene un buen recuerdo de la Villa Olímpica en Caracas. "Hoy debe ser una de las mejores de Sudamérica, porque la selección jugó en el Brígido Iriarte, pero en esa época tenía tres edificios de alto nivel y tres edificios en construcción, ¿y dónde fuimos nosotros? A los tres edificios en construcción. No había cortinas, no había revoque en las paredes, no había ascensor, solo tenía una cama para dormir y la comida".

El técnico era Óscar Tabárez, quien "organizó todo de tal manera que nos sintiéramos bien. La información era que si salíamos campeones íbamos a los Juegos Olímpicos (de Los Ángeles 1984), pero a raíz del conflicto que tuvo la AUF, no pudimos ir después de salir campeones. Fue Brasil que perdió la final con nosotros y llegó a la final con Francia".
Peirano quedó en la historia como el autor del gol en la final, pero él rescata la asistencia de Víctor Púa: "En Carrasco Lawn tengo trabajo con el hijo de Víctor y lo dirijo. Hablando con él, coincidíamos que solamente un jugador como Víctor podía haber hecho esa jugada. Ese día nosotros estábamos muy malheridos, yo estaba lesionado, Tabárez iba a cambiarme para el alargue y faltando cinco minutos hace esa jugada fenomenal que me deja solo frente al golero".
El delantero la clavó en el ángulo, al primer palo, pero la versión del autor es diferente: "Muchos me decían, qué bueno, la tiraste ahí, y yo les decía a los periodistas, si, la verdad que la tiré ahí arriba, le apunté al único lugar... Pero tiré al otro palo porque estaba más fácil, y le pegué fuerte porque estaba mal con la pierna, y resulta que me salió ahí al ángulo, increíble".
La jugada se gestó tras un quite de Edgardo Martirena, quien "había entrado por el Charlie Batista que era el lateral; cortó una pelota que fue fundamental, pero si hay VAR lo anulan, porque la cortó con la mano; los brasileros levantaron la mano pidiendo la falta y en ese momento se la dio a Víctor que era un rayo. A Púa siempre lo comparé con Ronaldinho, de los pocos jugadores que miraban para un lado y te la pasaban para el otro. No había muchos en esa época. Miraba para allá y la pasaba para el otro lado, y te la dejaba de cara al gol. Si no lo hacía me la tenía que agarrar con Víctor y todos mis compañeros".

Ese gol marcó su carrera. "Fue muy importante para mi, más por ser la primera vez en la selección. En la semifinal hice los dos goles contra Guatemala. Brasil fue difícil, pero Guatemala también, parecía Brasil".
Al regresar a Montevideo, Peirano fue citado por Omar Borrás para jugar la Copa América de 1983, pero quedó afuera por la lesión. "Seguía con la misma lesión, un pequeño desgarro, pero en la semifinal y final (del Panamericano) no podía decir que no, aparte el Maestro me dijo, 'Miguel, tenés que jugar'. Se me agravó un poquito, cuando volví fui citado, parecía que estaba bien, pero a las primeras de cambio tuve problemas de vuelta, se me abrió la herida y me acuerdo que fue el Pelado Santelli en mi lugar. Hubiera sido una linda experiencia haber salido campeón de América de 1983".
La etapa en el Levadiakos de Grecia
Tras su paso por Sevilla, Peirano regresó a Europa para jugar en el Levadiakos. "Así como cuando estuve en Peñarol, Grecia fue de lo mejor de mi carrera. Me adapté más rápido al fútbol europeo en otra posición. Cuando fui a España fui de 9 de punta y ahí se marcaba mucho con stopper, la agresividad era muy fuerte y no me hallé, no tenía espacio. Después un entrenador griego me hizo poner un poco más de atrás y me fue muy bien. Estuve casi cinco años. Levadiakos era un equipo que subía y bajaba, y nosotros clasificamos a la UEFA. Claro que en el primer partido nos tocó el Napoli de Maradona, empatamos 0-0 de local y después allá nos hicieron cinco goles. Fue un logro importantísmo para un equipo que siempre estaba acostumbrado a jugar en la B".

Se adaptó a vivir en Grecia, aunque a los dos meses quiso dar la vuelta: "Me adapté y le tengo que agradecer a mis hijas, que eran chiquitas, una tenía 10 meses y la otra un año y medio. El presidente me las puso en un jardín, y yo aprendí el griego de ellas. A los tres meses yo les hablaba en español, y ellas me contestaban en griego y me explicaban las cosas. Entonces, escuchando y escuchando, al año me perfeccioné. Me gustó hablar en griego, más allá que lo hablás ahí nomás".
Cuando apenas llegó al país, se quería ir porque no entendía el idioma y tampoco sabía mucho de inglés. "Mi señora me dijo, '¿te querés ir?, bárbaro, pero te voy a mostrar esto': me mostró el contrato que tenía en Rampla y el de Grecia. '¿Estás seguro no?'. Está bien, me quedo. Fue una decisión muy importante y mi señora me ayudó a permanecer mucho tiempo. Hoy voy a Grecia y es como si estuviera acá en Uruguay, con el idioma, compañeros, amigos".
El el final de su carrera como futbolista jugó en el XV de Novembro de Jabú. "Jugué un año y empecé el curso de técnico. Me recibí en 1999 y empecé a trabajar en las divisiones juveniles de Progreso con Erardo Cóccaro. Me picó para seguir jugando y en ese entonces en Progreso habían caído algunos delanteros lesionados, y me dijo Cóccaro, si no me animaba. Tenía 38 años. Salimos segundos y no ascendimos. Decidí dejar mi carrera como profesional, después me fui dos años maravillosos al River de San José. Encontré otra familia muy importante que me hicieron vivir cosas muy lindas".
El Carrasco Lawn Tennis y la patada más recordada
En el año 2000 terminó de jugar: "Ahora chiveo un poco como senior".
Actualmente trabaja en Carrasco Lawn Tennis. "Hace 16 años que estoy ahí, he tenido una vivencia espectacular, algo que quise hacer en el fútbol profesional y no lo pude hacer, permanecer tiempo para trabajar con juveniles. Lo hice ahí, trabajar con niños, con la mayor, con veteranos, eso me dio un autoestima importante. Hoy ni Peñarol ni Nacional me sacan de ahí, porque es un club maravilloso, uno de los mejores de Sudamérica", expresó.
En el Carrasco Lawn "jugaron Diego Forlán, Papelito Fernández, Andrés Rodríguez, Bruno Abatte, que hizo todas las juveniles con nosotros y ahora juega en Uruguay Montevideo. Es un club ejemplar, por las condiciones que te dan: hoy vas a un equipo y capaz que tenés que andar pidiendo pelotas, los materiales, pero la logística que tenemos ahí es impresionante".
De su trayectoria destaca el recuerdo que dejó en la gente, especialmente en generaciones contemporáneas a su época de futbolista. "El otro día iba con mi nieta y un señor muy elegante le preguntó si la podía saludar. 'Me llamo Luzmila' le dijo ella y el hombre le contestó: 'Usted va de la mano del último campeón Uruguayo, campeón de América y del Mundo, el señor Miguel Peirano'. Es un aliciente y un mimo".
Y también se acuerda de una de las patadas que recibió, que no fue precisamente un mimo. "Fue de Ricardo Aja (papá del actual futbolista José Aja), que ahora lo tengo de juez en la liga senior. En un clásico, iban seis o siete minutos, salió contra la Olímpica y tuve fractura de tobillo. Cada vez que nos encontramos, él como juez y yo como jugador, nos reímos un poco, porque es un fenómeno el flaco. Es un lindo recuerdo, triste en ese momento".
¿Y él que te dice de la patada?
"Que fue a la pelota... A la pelota de tenis, le digo yo".
Noticia rastreada 29 de marzo 2025 - 09:15 CET @bostero.dev