Jorge Vidart, el uruguayo que ganó la Ruta de los Conquistadores de Costa Rica, entre barro y caminos que se hunden, y sumó otra aventura con su bicicleta


A los 62 años, el uruguayo Jorge Vidart ganó su categoría en la Ruta de los Conquistadores, una de las carreras de MTB más duras del mundo, que se suma a su colección de aventuras

La tenía entre ceja y ceja y finalmente la pudo ganar. Jorge Vidart cierra un 2024 especial en el que se dio el gusto de coronar una carrera dura para la que se preparó especialmente: la Ruta de los Conquistadores, la prueba que cumplió sus 30 años en Costa Rica y a la que van ciclistas de todos el mundo para enfrentar uno de los desafíos más extremos del mountain bike.

Este ciclista uruguayo de 62 años ya había ido en otras tres ocasiones, siendo una de las aventuras que ha realizado a lo largo de su carrera deportiva, entra las que aparecen carrera en los Alpes italianos, el desierto de Marruecos, la Cordillera de los Andes y pruebas de 24 horas en el desierto de Estados Unidos, entre otras.

En Costa Rica pudo quedarse con el primer puesto en su categoría tras una dura disputa con el crédito local. “La prueba se llama Ruta de los Conquistadores y se trata de copiar todo el recorrido que hicieron los conquistadores cuando llegaron a América. Demoraron 22 años en cruzar Costa Rica del Atlántico al Pacífico”, contó a Referí. “Está catalogada como la carrera más dura del mundo, no tanto por la distancia, sino por la altimetría que en tres días sube más de 9.000 metros acumulados, lo que es una locura”.

Jorge Vidart en la Ruta de los Conquistadores

“La carrera tiene un prestigio a nivel competitivo que es brutal”, destacó Vidart, quien fue uno de los 600 valientes que este año se animaron a hacerla. “Ahí no van corredores más o menos. El que va a ser la ruta de los conquistadores va muy bien preparado”.

Para llegar en las mejores condiciones, el ciclista tuvo que ingeniarse para buscar trazados en Uruguay. “Uno siempre viene rodado durante el año y generalmente yo preparo la prueba los últimos tres meses, en los que entro a afinar para tratar de llegar en óptimas condiciones y hacer el pico de rendimiento en la fecha del evento”, explicó.

“¿Cómo se prepara? Yendo a lugares como a Minas, a la ruta 81, haciendo la ruta 9, la 12 y la 60, que son rutas donde acumulamos mayor altimetría en Uruguay. No te olvides que estamos en un país sumamente chato y vamos a correr una prueba en la cual lo que marca es la altimetría acumulada. Entonces, la única forma de preparar esa carrera es repetir lo que hacemos fin de semana tras fin de semana. Me iba todos los sábados, me levantaba a las 5 de la mañana, desayunaba, y a las 6:00 iba a la ruta 81, en Solís de Mataojo, y hacía desde la ruta 8 hasta la 12, la 9, la 12, hasta la 60, de la 8 a la 60, es una ruta nacional de balastro con piedras, bastante en mal estado. Y repetía, trataba de acumular 100, 110 kilómetros en distancia y acumular 2.000 o 2.100 metros de altura en 100 kilómetros”, señaló.

Además, de los entrenamientos, sumó carreras de MTB en distintos puntos del interior y también las domingueras, lo que le dio ritmo de competencia.

Los cuidados en Costa Rica

Pese a la preparación en Uruguay, las condiciones de Costa Rica le suben el nivel de dificultad a la carrera, por lo que además de las piernas se debe trabajar la cabeza y la planificación.

“Es totalmente atípica porque tenemos una humedad de 100%, llueve, mucho barro, mucha altimetría y cuando subís tanto al volcán el Turrialba como al Irazú, en la cima, estás por encima de las nubes, y estás con 9 a 11 grados, y cuando largas de repente es con 28, 30, 32 grados de temperatura”, señaló. “Esa es la parte linda de todo esto, que es lo que me gusta a mí, que tenés ese cambio de clima brutal y realmente tienes que echar mano todos tus conocimientos y un poco la parte física”.

Jorge Vidart en la Ruta de los Conquistadores

Para esos cambios, los organizadores recomiendan que lleven camperas rompeviento ya que el frío se siente. “Empezás a erizarte, se te enfrían los pies, las manos, las piernas y cuando entras a bajar, que venís por caminos muy sinuosos con mucha piedra, el frío sin duda que se empieza a sentir”, comentó.

La prueba cuenta con puestos de avituallamiento cada 20 kilómetros, pero Vidart prefirió tener su propio abastecimiento. Para eso contó con un equipo formado por Jerónimo, uno de sus hijos, y Juan, un amigo que está viviendo en Costa Rica. “Corrí con dos caramañolas y una mochila hidratante de un litro y medio. Entonces había lugares que no paraba porque llevaba conmigo lo que necesitaba”, dijo, al destacar una estrategia que le permitió ganar segundos en las etapas.

Esa decisión también fue para evitar posibles problemas con la manipulación de alimentos. “Yo no sé si del bidón que te da la organización, que son muy cuidadosos, pero yo qué sé si tomó alguien o lo agarran con las manos sucias. No te olvides que son carreras en las cuales hay mucha exigencia y llegas muy sucio”, dijo.

Jorge Vidart y sus asistentes en la Ruta de los Conquistadores

La ayuda de su hijo y su amigo le permitió tener mayor control con su comida y ganar tiempo, ya que en los puestos de la carrera puede haber más demoras si hay otros competidores recargando sus provisiones.

Vidart, que trabaja en la construcción en tareas de yeso y pintura, había sido el primer uruguayo en correr esta prueba. La hizo tres veces y siempre estuvo cerca de ganar su categoría, lo que por fin logro este año. “La verdad que esta vez estaba deseando, aunque yo sé que era muy difícil, estar en el podio, aunque sea en una etapa. Y a esto lo venía soñando de hace meses”, señaló.

Se hundió el camino

El terreno de Costa Rica es una de las dificultades. Este año Jorge estuvo cerca de un deslizamiento de tierra que hundió el camino por el que había pasado segundos antes, lo que pudo filmar con su celular. “Ves la huella de la bicicleta, paré a 20 metros, se deslizó de la lluvia el camino ¿no te das cuenta que por cinco segundos, seis segundos, no te estoy contando esto?”, contó, sorprendido, sobre el hecho que ocurrió en un momento en el que había salido a aflojar sus piernas.

“Nos metemos en el barro, tipo arcilla roja, hasta casi la rodilla. Hay que cruzar ríos agarrados de una piola, que la mitad de la bicicleta está en el agua y vos te tenés que agarrar porque la corriente era tan fuerte por toda la lluvia que te llevaba. En otra pasada de río nos hicieron pasar por el puente porque la organización no se animó a que pasáramos por abajo. Tenés que estar. Yo te puedo contar mil cosas y vos te la podés imaginar, pero otra cosa es verla”, señaló.

“Mi hijo y Juan, este amigo que me hicieron la logística, me iba yo y ellos se quedaban media hora mirando las caras de los competidores que venían atrás y decían ‘bo papá, no podemos creer, los tipos vienen hechos pedazos con una cara que vienen bueno cagados de barro hasta la cabeza y vos con una cara que nos da lástima verlos y los tipos siguen’”, agregó.

El barro y el agua se sintieron tanto en esta edición que Jorge tuvo que tirar las zapatillas que utilizó en las tres etapas. “Si había otro día más para correr no me aguantaban, iba a tener que ponerles cinta pato o algo porque quedaron con la tela del carbono”, contó. “Todo eso es parte de esta prueba que es lo que la hace tan famosa a nivel mundial”.

Otro de los escollos fue la altitud. “La altura es todo un tema también, sé que afecta la altura, pero también te afecta psicológicamente. Hubo una etapa que subimos 40 kilómetros, ¡40 kilómetros! No me acuerdo si fue la primera o segunda, no sé, cuatro horas subiendo. No es que había un descanso y una bajada, suba, suba, suba y suba, interminable, entre barro, piedra, por supuesto que hay partes que tenés que caminar porque es tanta la pendiente que en la bicicleta la rueda de adelante se te levanta”.

Lo que le dicen cuando invita a algún ciclista

Si bien esta vez contó con un equipo, Jorge suele correr solo en estas carreras. Es que cuando invita a algún conocido a participar, suele tener la misma respuesta. “He invitado a varios compañeros y cuando buscan información, la clásica, ¿no? ‘¡Imposible! No tenemos la altimetría, no tenemos este clima, no, no, este barro es impresionante, no, no estoy para caminar dos horas con la bicicleta en la espalda entre el barro en el medio de la selva’. Y bueno, por eso generalmente a algún tipo de carrera voy solo”.

Jorge Vidart en la Ruta de los Conquistadores

Los 30 años de carrera de Ruta de Conquistadores han hecho que a su circuito se acerque el público para alentar a los ciclistas. “Gente en el medio de la selva o en la montaña, con un parlante gigante, música, alentándote y bailando y empujándote y gritándote ‘dale que falta poco’. Y vos sabés que el falta poco son 3 o 4 horas para terminar la competencia. Vas pasando de repente por algún pueblito y los niños de las escuelas salen y te aplauden. Y hay lugares que la organización te dice ‘no nos hacemos responsable si entras acá y tenés alguna dificultad’. O sea, tenés que estar muy atento a decir bueno llego con el auto, cómo me meto dónde paro el auto a dónde lo dejo y cómo hago esta parte de abastecimiento porque si me llego a desbarrancar, no puedo salir, no voy a tener apoyo de la gente locataria. Pero también estás a veces en el medio de la nada, que haces dos horas y no te encontrás con nadie en un camino sumamente estrecho, sinuoso, de piedras con barro, para llegar a un puesto de control. Todo eso es lo que tiene esta prueba”.

La definición de la competencia tuvo al uruguayo en un duelo con el mejor ciclista de Costa Rica y un estadounidense, quienes le dieron pelea hasta el final. “Gané las tres etapas, aún no he caído”, comentó. “En el primer día les saco 4 minutos y pico, en la segunda por un segundo y en la tercera por 1 minuto y medio. Cuatro minutos no es nada en 8 horas y 13 minutos que duró la tercera etapa”, comentó, ante la posibilidad de perder todo si se descansaba en el final.

Jorge Vidart en la Ruta de los Conquistadores

Incluso, en esa última etapa, tras ver que su principal rival “tico” se había caído dos veces y que ambos tenían que volver a sus trabajos a los pocos días, le propuso llegar juntos y dejarle ganar. Pero su respuesta fue “vamos a ver’. “Y a los 10 minutos me pega un palo que demoré 45 minutos para poder agarrarlo”, señaló. “Él prefirió jugarse por el todo. Y yo fui con el cuchillo hasta los dientes hasta el final”.

Un aventurero de la bici

Nacido en Paysandú, Jorge Vidart comenzó con la natación en el Río Uruguay, donde también hizo remo y llegó a competir a nivel nacional. La bicicleta le llegó varios años después, a sus 43 años y en Montevideo, comenzando, como muchos, yendo por la vereda hasta Carrasco, hasta luego animarse a la calle, a las rutas y a hacer grandes fondos como cuando ha tenido que ir a su ciudad natal en entrenamientos para pruebas de 24 horas.

Su primera aventura fue en Italia en la carrera Iron Bike, la que considera su primer desafío extremo. “En los Alpes, eso fue una cosa brutal, eso fue dantesco, es una prueba que la siguen haciendo que lo realiza el ejército italiano. ¿Querés ir a pasar recontra mal? Andá a la Iron Bike, ese creo que fue es uno de los extremos”.

Desafíos en Sudamérica

“Después corrí de la Patagonia Argentina a la Patagonia chilena, atravesamos los Andes, justo en aquel año que se estaban prendiendo fuego. Largábamos con temperaturas de 6 o 7 grados, lloviendo y una la terminamos con un grado bajo cero, mojado. Eso fue tremendo que se llamaba Alpaca Attack, es una prueba a nivel mundial se hace mucho en Europa, se hace en cerca del Himalaya y la misma organización la trajo para Argentina y la hizo en el sur de Argentina, o sea que largamos en Argentina y terminamos en Chile, cruzando la cordillera, seis días. Eso fue increíble. Esa prueba tuve la suerte de ganarla y me dieron un diploma de honor, un intendente de un pueblo, fue todo muy loco, era todo como que estás viviendo una película”, comentó.

Otra dura prueba fue el Atacama Challenge en San Pedro de Atacama. “Ahí lo que un poco te mata es la altura, que corres en altitud. Esa tuve la suerte también de un año ganarla y el otro año quedé segundo”.

En el desierto de Marruecos

Vidart también tiene en su CV deportivo ser el primer uruguayo en correr la Titan Desert, una de las carreras de MTB más importantes del mundo que se hace en el desierto de Marruecos y de la que se enteró por una revista.

“Si hubo algo que siempre me atrajo mucho, fue el desierto. No sé por qué, no conocía el desierto y me pongo a pensar ahora y no sé cómo definirlo. Es que no sé cómo me animé a ir”, dijo el uruguayo, cuyo viaje lo llevó a Madrid con su bicicleta a cuestas para tomarse un charter que lo llevaba a Marruecos.

Así es la Titan Desert

“Hasta ahora tengo presente cuando llegamos a Marruecos, el avión abrió la puerta y me abrazó un calor sofocante, era como que estaba en un horno. Así que bueno, animarse, sí me animé, la quiero ir a hacer, fui el primero y la hice y la terminé. Y la terminé muy bien entonces ¡Pah! ¡Qué locura! Después de ahí, qué temor puedo tener de decir 'no, esto no lo hago porque no me animo'”, señaló.

Mundiales de 24 horas

Las aventuras de Vidart también incluyen dos mundiales de 24 horas, en bici de ruta, que disputó en Estados Unidos, en el desierto de Anza, en California, donde se monta un circuito en ruta abierta en la que los competidores tratan de sumar el mayor recorrido en ese tiempo.

Para esa prueba sí necesita contar con alguien que lo asista y para eso fue con su hijo menor Santiago. “Uno de los reglamentos es la luz, que la tenés que tener siempre, porque si no te descalifican, no es negociable. Hay tres cosas en el campeonato mundial que te descalifican: quedarte sin luz, desobedecer a un juez e ir a rueda. ¿Qué significa ir a rueda? Que no podés ir haciendo drafting atrás de otro corredor. Esto es pura y netamente individual”.

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“Es emocionante, no sé cómo explicarte” señaló sobre esta prueba. “Es una lucha contra vos, tu cabeza, tus piernas, tu físico, la ruta, la bici, sin duda que llegas en un momento a alucinar porque el esfuerzo físico es brutal. Y pasa como en todas las pruebas de largo aliento, gente con hipotermia porque la noche en el desierto es gélida, y es como una prueba de supervivencia, vive el más fuerte y la termina el más fuerte”.

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Con todos eso kilómetros de aventuras, Vidart se considera un deportistas más como muchos tantos que hay en Uruguay que eligen los desafíos extremos para ponerse a prueba. No cuenta con apoyo de la Federación de Ciclismo y destaca que es amateur en un deporte que no tiene mucha difusión.

“Tampoco espero gran cosa porque esto lo hago porque me encanta, es personal, es mi pasión y estos logros son para mí. He dado charlas porque me han llamado, sé que inspiro a muchos a hacer ejercicio, a andar en bicicleta, sé que soy una fuente de inspiración, y me llaman, y me felicitan y yo me siento como útil en eso, pero yo no vivo de esto, yo vivo de construcción”, comentó el ciclista que siempre tuvo como prioridad las obligaciones familiares, coordinando con su señora Blanquita, para hacer sus entrenamientos.

Jorge Vidart en la Ruta de los Conquistadores

“Esto es como el recreo mío y lo hago para que mis hijos vean que cuando te propones cosas que ves que están lejísimo y si te las propones y las organizas y le pones empeño y vas enfocado, se pueden hacer y se pueden realizar”, expresó.

Noticia rastreada 2024/12/23 23:32 CET @bostero.dev

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